Benjamín Segoviano
La sede del VIII Campeonato del Mundo de Futbol se concedió a Inglaterra en el Congreso celebrado cuatro años antes en Santiago de Chile. Para las eliminatorias, se formaron nueve grupos europeos, tres sudamericanos, uno de Norte, Centroamérica y el Caribe y uno más de Asia-África. Así saldrían 14 competidores, más el campeón Brasil y el cuadro local.
Sin embargo, los africanos exigían un lugar, sin tener que eliminarse con Asia. Ante la negativa, decidieron retirarse, lo que favoreció la calificación del desconocido equipo de Corea del Norte. Portugal llegó a la Copa por vez primera, a costa del subcampeón vigente, Checoslovaquia. También quedaron fuera Yugoslavia, cuarto en el mismo torneo, y Suecia.
México debió eliminarse, primeramente, con Honduras y Estados Unidos. Se impuso a los catrachos 1-0 en Tegucigalpa y 3-0 en la gran Tenochtitlan. Aunque los yankis lograron un empate a dos tantos en Los Ángeles, cayeron aquí 2-0. En la segunda ronda, ante Costa Rica y Jamaica, el Tri nuevamente cedió solo un punto, con empate a uno en San José y victoria en casa frente a los difíciles ticos 1-0. Por su lado, los reggae boys no fueron rival de cuidado, siendo vencidos 3-2 en Kingston y 8-0 en Ciudad Universitaria.
Antes de comenzar la competencia, sucedió un hecho inusitado: el 19 de marzo, la Copa Jules Rimet fue hurtada del sitio donde se exhibía, el Central Hall de Westminster. Ante el escándalo, Scotland Yard movilizó a decenas de agentes para encontrarla, pero fue un perro, llamado Pickles, propiedad del marino David Corbett, quien la encontró una semana después envuelta en periódico. Los malpensados señalarían que en realidad los ingleses habían querido robarla desde antes.
Dos empates y una leyenda
Por coincidencia, mala suerte o “mano negra”, el sorteo “dirigido” arrojó a México al grupo del cuadro local, junto a Francia y el siempre difícil Uruguay. Para el debut frente a los galos, en Wembley, Ignacio Trelles alineó a Ignacio Calderón; Arturo Curita Chaires, Gustavo Peña, Gabriel Núñez y Guillermo Campeón Hernández; Isidoro Díaz, Salvador Reyes y Magdaleno Mercado, y tres novatos: Enrique Borja: Javier Chalo Fragoso y Aarón Gansito Padilla.
Por su parte, el DT francés, Henri Guerin, mandó al campo a Marcel Aubour; Jean Djorkaeff (padre de Yuri, el campeón mundial de 1998), Marcel Artelesa, Robert Budszinski y De Michelle; Joseph Bonnel y Bernard Bosquier; Nestor Combin, Robert Herbin, Phillippe Gondet y Gerard Hausser. El árbitro fue el israelí Menachem Ashkenazi.
El juego fue de ligero dominio mexicano. Los tres jóvenes delanteros pusieron en serios aprietos a la defensa francesa. Casi al comenzar, Díaz salvó la meta de Calderón en la misma raya de gol, pero poco después Borja alcanzó un balón, lo cruzó al otro lado de Aubour y el balón entró a las redes… pero el árbitro lo anuló por supuesto fuera de lugar.
No obstante, apenas iniciado el segundo lapso, Reyes envió un pase a Fragoso, éste prolongó a Padilla, quien centró raso; Borja llegó a la cita y empujó el balón para el 1-0. Los tricolores se dedicaron entonces a cuidar la ventaja y lanzar contragolpes, en uno de los cuales Fragoso pudo anotar, pero falló. Entonces vino el error que costó el empate: Chaires salió con pelota dominada, quiso burlar a Hausser, más el francés lo despojó y, sin pensarlo mucho, lanzó un riflazo para el 1-1 con que terminó el partido.
Para el segundo duelo, ante Inglaterra, Trelles formó un cuadro “de miedo”, ya que puso ¡seis defensas!, con el ingreso de Jesús del Muro e Ignacio Jáuregui. Salieron Fragoso y Mercado. El técnico inglés, Alf Ramsey, mandó a Gordon Banks; George Cohen, Norbert Stiles, Jackie Charlton y Ray Wilson; Bobby Moore, Terry Paine y Bobby Charlton; Jimmy Greaves, Roger Hunt y Martin Peters. El árbitro fue el italiano Concetto Lo Bello.
Los primeros minutos transcurrieron como en un frontón. Inglaterra, que no había podido anotar en su debut ante Uruguay, se estrellaba una y otra vez con la zaga. Cuando ya desesperaba, a los 26’, el genial Bobby Charlton interceptó una salida azteca, avanzó desde media cancha, disparó e incrustó el balón en un ángulo. Golazo. Así acabó la primera parte. Ante la desventaja, México, aunque tímidamente, por fin se animó a atacar. En un avance, los europeos lanzaron un contragolpe, rematado por Greaves. Calderón interceptó el balón, que no iba demasiado fuerte… pero lo soltó, y Hunt aprovechó el regalo para el 2-0.
El Tri tenía posibilidades de avanzar si lograba vencer a Uruguay por dos goles de diferencia. Los charrúas, luego de su empate con los ingleses y de vencer a Francia 2-0, pasaban con empate. A su vez, los galos calificarían si derrotaban a los de casa, así que los dos partidos finales del Grupo I no carecían de atractivo. Para el juego ante los sudamericanos, Trelles puso en la puerta al veterano Carbajal, salieron Del Muro, Jáuregui, volvió Mercado y Fragoso dejó su sitio a Ernesto Cisneros. El entrenador celeste, Ondino Viera, puso a Ladislao Mazurkiecicz; Horacio Troche (llegaría a ser DT del Guadalajara, Laguna, Tampico e Irapuato) y Jorge Maniceras; Luis Ubiña, Néstor Goncálvez y Omar Caetano; Milton Viera y Pedro Rocha; Julio Cortés, José Sasía y Domingo Pérez. Arbitró el sueco Bertill Loeoew.
El encuentro tuvo buenos momentos, con dominio mexicano. En una jugada, Teto Cisneros se quitó a Ubiña, disparó, el balón pegó en el travesaño y rebotó en la línea de cal antes de que Mazurkiewicz la recuperara. En el segundo tiempo, un centro uruguayo fue alcanzado por Rocha, quien remató de cabeza, hacia abajo, pero la Tota cerró el ángulo por un lado y extendió la pierna al otro, elevó la pelota y despejó de puños. Al terminar el juego, el público aplaudió ruidosamente a Carbajal, quien se despojó del suéter mientras salía del campo para entrar al libro de las leyendas, tras haber jugado en cinco Copas del Mundo.
Un torneo sospechoso
El campeonato de 1966 fue criticado por numerosas irregularidades: el excesivo número de árbitros ingleses; las diferencias en días de descanso y traslados entre selecciones y, particularmente, por varias decisiones erróneas de los silbantes, casi siempre a favor de los cuadros europeos y, particularmente, del cuadro local.
En el Grupo I, como ya se vio, calificaron Inglaterra y Uruguay, pero hubo polémica sobre todo por el duelo entre británicos y franceses, ganado 2-0 por los primeros con un gol en claro fuera de lugar de Hunt y otro precedido de una falta de Stiles sobre Simon, ante la complacencia del árbitro peruano Arturo Yamasaki. Una reveladora nota de prensa señaló que el silbante estuvo bien, “excepto por el par de errores que produjeron las anotaciones”.
En el Grupo 2 avanzaron Alemania y Argentina, siendo eliminados España y Suiza. El choque entre germanos y gauchos fue duro y los ches jugaron casi media hora con 10 hombres por expulsión de Albrecht, sin que se hiciera lo mismo con Beckenbauer por una falta similar. Los hispanos volvieron a fracasar. Destacó también el 5-0 de los teutones a los suizos.
En el Grupo 3, el campeón Brasil quedó fuera, en parte por estar en proceso de transición y en parte por las rudezas de sus rivales: Pelé fue cazado primero por los búlgaros (ganó el scratch 2-0) y salió lesionado en el duelo ante Portugal luego de una entrada criminal de Coluna. Avanzaron los lusitanos, donde destacaba un mozambiqueño llamado Eusebio, y Hungría, tras derrotar ambos 3-1 a la verdeamarelha.
Finalmente, en el Grupo 4, se dio la mayor sorpresa del Mundial con la victoria de Corea del Norte sobre Italia, por 1-0, con gol de Pak Doo-ik. Los asiáticos empataron además con Chile a un tanto y lograron calificar junto a la Unión Soviética, líder del grupo. El único consuelo para los azurri fue que pudieron devolver a los andinos el 2-0 de cuatro años antes.
Si las críticas ya eran numerosas por fallas arbitrales, tras los cuartos de final alcanzaron un nivel clamoroso. Sospechosamente, el choque entre Inglaterra y Argentina fue arbitrado por el alemán Rudolf Kreitlein, mientras en Sheffield, el inglés Jim Finney conducía el Alemania-Uruguay. En el primer duelo, lleno de faltas, Rattin, el mejor de los pamperos hasta ese momento, fue expulsado apenas a los 15 minutos, porque algo dijo al silbante. Aun así, los de casa solo pudieron vencer con un gol de Geoffrey Hurst en fuera de lugar.
Mientras tanto, Uruguay comenzó avasallador ante los teutones, al grado de que el defensa Karl Heinz Schnellinger debió meter la mano en el área para detener un cabezazo de Rocha, pero Finney se tragó el silbato y nada marcó. Poco después, Held puso el 1-0. Eso enfureció a los celestes, que atacaron con más brío, solo para ser frenados con rudezas. Al responder con la misma moneda, Troche y Silva fueron expulsados, sin que se molestara a los tudescos. Contra solamente nueve hombres, los germanos ganaron 4-0.
En Sunderland, Rusia venció apuradamente a una Hungría que se cansó de fallar ante la meta de un agigantado Yashin. Los magiares, donde destacaban el medio Florian Albert y el delantero Ferenc Bene, dominaron claramente, pero cayeron 2-1 por su mala puntería, en uno de los mejores y limpios juegos del campeonato.
Y en Liverpool, los norcoreanos se pusieron en ventaja apenas a los 53 segundos de su partido ante Portugal, y a los 25 ganaban 3-0. Sin embargo, los lusitanos reaccionaron y lograron dar vuelta al marcador para imponerse 5-3, aunque para eso necesitaron dos pénaltis, no se sabe qué tan justos.
Así, las semifinales enfrentaron a Alemania contra la URSS y a Inglaterra con Portugal. En el primero de esos choques, una vez más los germanos abusaron del juego sucio, pero cuando Tchislenko, harto de los faules de Schnellinger, respondió del mismo modo, fue expulsado. Además, Sabo jugó gran parte del tiempo lesionado por una entrada de Beckenbauer. El resultado fue 2-1 favorable a los teutones. Yashin volvió a lucir en plan grande.
En el otro encuentro semifinal, Inglaterra logró derrotar a Portugal 2-1; pero hubo al menos dos pénaltis que se perdonaron al cuadro británico. Bobby Charlton hizo los dos goles de su escuadra y Eusebio descontó por una pena máxima que el árbitro francés, Pierre Schwinte, al fin se dignó pitar.
La final, arbitrada por el suizo Gottfried Dienst, se efectuó ante 97 mil británicos y 9 mil alemanes. El partido transcurrió por cauces normales en el tiempo normal. Los tudescos abrieron el marcador con tanto de Helmuth Haller; Inglaterra igualó con gol de Hurst en posición dudosa. Martin Peters hizo el 2-1. Cuando parecía que el conjunto local triunfaría, a medio minuto del final, Weber alcanzó apenas un centro rasante para el 2-2.
En tiempo extra, vino una jugada que aún se discute. Hurst recibió un centro en el área, dio media vuelta y soltó un riflazo que pegó en el horizontal, el balón pegó al parecer sobre la línea de meta y fue despejado. El público inglés gritó el gol, los alemanes reclamaron y el árbitro Dienst, confundido, fue a consultar al abanderado ruso Tofic Bakhramov, quien apuntó al centro del campo. Furiosos, los germanos se volcaron sobre el marco de Tilkowski, pero en un contragolpe Hurst soltó un balonazo que entró al marco para el 4-2, con parte de la cancha invadida ya por espectadores.
El tercer lugar lo obtuvo Portugal, que llegó muy lejos en su primera participación, y el campeón de goleo fue Eusebio, con nueve pepinos. Sin embargo, las acusaciones de parcialidad y trampa no han cesado hasta nuestros días. Quizá el mejor colofón, aunque cínico, lo hizo un periodista británico, al expresar que más valía ser acusados de robar un campeonato, que ser un digno subcampeón. O llegar solo a cuartos de final, diríamos.
Benjamín Segoviano
Profesor de carrera, periodista de oficio y vagabundo irredento. Amante de la noche, la música, los libros, el futbol, la cerveza y el cine. Inclinado a escribir acerca de mi ciudad, mi país y su gente, con feliz disposición a la plática entre amigos y a los viajes por el territorio nacional, en un perenne intento de reflejar en escritos esas experiencias.