Benjamín Segoviano
La eliminación de la Copa del Mundo de 1974 significó el inicio de la caída más pronunciada en la historia del balompié mexicano, peor incluso que en las primeras épocas de duro aprendizaje. Con la breve excepción del torneo de 1986, transcurrirían 20 años antes de que nuestro futbol mostrara un mejor rostro, al menos en la cancha, pues la desorganización, los intereses mercantiles y los malos manejos directivos aún prevalecen.
Para la competencia que se realizaría en Argentina 78, se eligió en 1975 nuevamente como técnico a Trelles, quien armó un equipo que combinaba experiencia y juventud, más inexplicablemente el proceso se interrumpió y Nacho fue cesado el mismo año, nombrándose en su lugar a José Antonio Roca. En principio, el nuevo conductor mantuvo la base heredada de su antecesor, lo que produjo resultados notables en partidos amistosos en casa, destacadamente un 5-1 sobre Yugoslavia y un 2-2 frente a Alemania.
Y rumbo al Mundial, la eliminatoria norteamericana fue superada no sin apuros, ya que Estados Unidos arrancó al tricolor un empate sin goles en Los Ángeles y Canadá logró en Vancouver su primera victoria histórica sobre la escuadra azteca, por la mínima diferencia. En la vuelta, México goleó 3-0 a EE.UU. y empató a cero con el cuadro de la hoja de maple. La alarma sonaba, aunque de cualquier modo avanzaron mexicanos y canadienses.
El premundial de la Concacaf tuvo como sede la antigua Tenochtitlan. En casa, con el apoyo del público, jugadores fogueados y jóvenes como Hugo Sánchez, Víctor Rangel, Guillermo Mendizábal y Enrique López Zarza, la selección azteca superó con facilidad a casi todos sus rivales: 4-1 a Haití, 3-1 a El Salvador, 8-1 a Surinam y 3-1 a Canadá. Guatemala sí opuso resistencia, tras ponerse en ventaja y resistir durante buen rato el embate mexicano, pero dos goles de larga distancia del defensa Kalimán Guzmán dieron vuelta al marcador.
Con el transcurso del tiempo, Roca cambiaría a la mayoría de los futbolistas experimentados (Francisco Castrejón, Javier Sánchez Galindo, Kalimán Guzmán, Rafael Chepe Chávez, Manuel Guillén) por nuevos valores a los que no faltaba talento, pero que carecían de roce internacional, lo que a la postre resultaría fatal. Tampoco llamó a otros que atravesaban un gran momento, como Tomás Boy, Bernardino García u Horacio López.
El caso es que México fue encuadrado en el Grupo 2 del Mundial, junto con el campeón defensor, Alemania; Polonia, tercero en 1974, y el debutante y enigmático Túnez. Se consideraba que un buen papel era posible, debido a algunas buenas exhibiciones que había mostrado el cuadro nacional en juegos de preparación. El optimismo daba dos puntos seguros ante el cuadro africano y la disputa del pase con los polacos.
La realidad no pudo estar más lejana. Para el debut, frente a los tunecinos, en la ciudad de Rosario, Roca envió a Pilar Reyes; Arturo Gonini Vázquez Ayala (capitán), Alfredo Tena, Eduardo Ramos y Jesús Palillo Martínez; Antonio de la Torre, Guillermo Mendizábal y Leonardo Cuéllar; Raúl Cora Isiordia, Víctor Rangel y Hugo Sánchez. Por su lado, Abdelmajid Chetali mandó a Mokhtar Daili; Mokhtar Douieb, Ali Kaabi, Mohsen Labidi y Omar Jebali; Nejib Ghommidh, Agrebi Ben Rehaiem y Tarek Dhiab; Temime Lakhzami (capitán), Mohamed Akid y Raouf Ben Aziza.
El principio fue desconcertante, pues los africanos, con Dhiab de mariscal, llegaron con claridad ante el arco rival. Reyes debió emplearse a fondo en un par de ocasiones. Por fin, casi al término del primer tiempo, un penal favorable a los mexicanos fue bien convertido por Vázquez Ayala para el 1-0. Pero el segundo lapso fue de pesadilla. El técnico Chetali, hizo subir a sus laterales, quienes provocaron un caos total en la defensa: Kaabi empató a los 55’; a los 79’, Ghommidh puso el 2-1 y a tres minutos del final Douieb hizo el 3-1.
La decepción en territorio mexicano fue inmensa. Los medios de comunicación, que se habían dedicado a ensalzar la “nueva mentalidad” de los jugadores, no hallaron forma de justificarse. El segundo encuentro, ante Alemania en Córdoba, fue traumático. Por México entró Enrique López Zarza por Isiordia. A su vez, Helmut Schoen envió a la cancha a Sepp Maier; Berti Vogts, Bernd Dietz, Rolf Ruessmann y Manfred Kaltz; Rainer Bonhof, Heiz Flohe y Hansi Müller; Klaus Fischer, Karl Heinz Rummenigge y Dieter Müller.
Los germanos lucieron su poderío y se ensañaron con un rival temeroso y apocado. El 6-0 es fiel reflejo de lo que pasó. Dos goles de Rummenigge, dos más de Flohe y otro de cada uno de los Müller conformaron la peor paliza en la historia mundialista del futbol nacional, pues si bien en el lejano año de 1930 se habían recibido seis goles de Argentina, a su vez México había anotado tres.
La única nota alegre fue la anécdota según la cual el portero Reyes, lesionado y enviado en camilla al vestidor con el marcador 3-0, se sorprendió cuando Pedro Soto, arquero sustituto, llegó ante él y le dijo: “¡Empatamos, Pilarico, empatamos!”, a lo que el sorprendido Pilar respondió “¿En serio?”, para recibir la cruel respuesta: “Sí, tres a ti… y tres a mí”.
La catástrofe se consumó contra Polonia. Ya eliminado, Roca cambió a casi todo el equipo. Ingresaron Nacho Flores en la lateral derecha, Rigoberto Cisneros y Carlos Gómez en la defensa central; Javier Cárdenas por Mendizábal en la media y Cristóbal Ortega como extremo derecho por López Zarza. El DT polaco, Jacek Gmoch, puso a Jan Tomaszewski; Antoni Szymanowski, Jerzy Gorgon, Wladislaw Zmuda y Wojciech Rudy; Henryk Kasperczac, Bohdan Masztaler y Kazimiers Deyna; Andrzej Iwan, Grzegorz Lato y Zbigniew Boniek, prácticamente el mismo cuadro que había causado sensación cuatro años antes.
El resultado, 3-1 favorable a los europeos, resulta algo engañoso. México mostró una cara desconocida, con Flores y Ortega bien enlazados; dominó durante largos periodos y erró ocasiones de gol. Los centrales, Gómez y Cisneros, se hicieron respetar, pero los disparos de media distancia fueron la diferencia: dos bombazos de Boniek, ya en camino de ser gran estrella, y otro de Deyna, apagaron la euforia del 1-1 que había logrado Rangel.
Al regreso a México, técnico y jugadores fueron acremente criticados. Algunos futbolistas, como Víctor Rangel, centro delantero del Guadalajara, Isiordia o Jesús Martínez, jamás recuperaron su nivel. En cambio, otros aprendieron la lección hasta ser fundamentales en sus equipos, como Tena, Mendizábal, López Zarza y, sobre todo, Hugo Sánchez. El golpe fue terrible. Pasarían ocho años antes de que el Tri retornara a una Copa del Mundo.
Primer título pampero
El torneo había sido otorgado al país de las pampas desde 1966. Para 1978, esa nación padecía una dictadura militar, que usó la competencia con fines propagandísticos. Organizaciones de Derechos Humanos llamaron a boicotearla, con poco éxito. Al final, se despertaron sospechas de corrupción por los altísimos costos. Tampoco ayudaron a mejorar esa imagen algunos resultados deportivos dudosos.
Como suele suceder, en el camino hacia Argentina quedaron fuera equipos importantes, destacadamente, el bicampeón Uruguay, eliminado por Bolivia, que a su vez quedó fuera en un repechaje contra Hungría, y otra vez Inglaterra, el cual fue superado por Italia. Asimismo, España cobró revancha de Yugoslavia. Además de Túnez, debutó Irán. Holanda calificó, pero su máxima estrella, Cruyff, se negó a jugar con la selección naranja.
Ya en el torneo mundialista, en el Grupo I calificaron Argentina e Italia, tras imponerse ambos a Francia y Hungría, aunque los galos exhibieron un vistoso juego en el que destacaba Michel Platini. Los locales perdieron el primer puesto, vencidos por los azurri. El Grupo 2 vio avanzar a polacos y alemanes. Túnez sorprendió no solo al derrotar a México, sino que apenas cayó por la mínima ante Polonia e igualó sin tantos con Alemania.
El Grupo 3 vio a un Brasil muy opaco, contagiado del pragmático estilo europeo. Apenas empató con Suecia a uno y a cero frente a España, calificando con una victoria muy apurada de 1-0 ante Austria. Los tiroleses acompañaron al scratch, imponiéndose a ibéricos (2-1) y escandinavos (1-0), con gran trabajo de su efectivo goleador Hans Krankl.
El Grupo 4 vio el mejor futbol de la primera ronda. Perú fue una gran sorpresa y debutó imponiéndose categóricamente a Escocia 3-1. Ilustres veteranos como Chumpitaz, Cubillas Oblitas y Sotil, acompañados de valores como Juan José Muñante, José Velázquez y Cueto, animaron la sede de Mendoza. Holanda apenas pudo empatar sin tantos con los incas, que liquidaron 4-1 a Irán. Los asiáticos lograron empatar a los escoceses, los cuales, a su vez, estuvieron cerca de eliminar a los tulipanes en el último duelo, uno de los mejores del campeonato, ganándoles 3-2, con una jugada magistral de Archie Gemill, aunque al final la diferencia de goles los dejó fuera.
Goliza sospechosa
Para la segunda ronda, igual que en Alemania, se formaron dos bloques con cuatro equipos cada uno. Pasarían a la final los respectivos líderes. En el A estuvieron Holanda, Alemania, Austria e Italia. La combinación de resultados puso a la Naranja Mecánica en su segunda final consecutiva y dejó a Italia el juego por el tercer puesto. Alemania, tras dos empates, perdió toda posibilidad al caer 3-2 frente a Austria, que celebró como campeón.
El Grupo B lo formaron Brasil, Argentina, Perú y Polonia. Los amazónicos mejoraron, empataron con el cuadro de casa sin goles y se impusieron 3-0 a un Perú que perdió el ímpetu. Los ches vencieron a los europeos 2-0, con Kempes robándose el show, al detener con la mano un gol inminente para que se marcara penal… que Fillol detuvo a Deyna. Luego, el “Matador” hizo los dos tantos del triunfo de su equipo.
La polémica vino en la última jornada. Brasil se impuso con claridad 3-1 a Polonia, cobrando así venganza del mundial alemán. El problema fue que Argentina jugó el mismo día ante Perú, pero cuatro horas más tarde, lo que le dio la ventaja de conocer el marcador del otro encuentro. Necesitaba hacer cuatro goles para llegar a la final; hizo un 6-0 ante un rival sin alma y la sospecha de trampa no se hizo esperar. Aún continúa.
La final, ante el delirio de la fanaticada local, que llenó el estadio con miles de papelitos y serpentinas, fue ganada por los de casa a Holanda 3-1, en prórroga, luego del empate a uno en tiempo regular. Argentina estuvo cerca de perder cerca del minuto 90, cuando Resenbrink remató fuera del alcance de Fillol, pero el poste frustró otro “maracanazo”. Los pamperos lograron su primer título y los tulipanes otra vez fueron subcampeones.
Un inconforme Brasil derrotó a Italia 2-1 en el duelo por el tercer lugar, con dos goles de larga distancia, uno de ellos, de Nelinho, en el que la pelota hizo un efecto sorprendente. Kempes, ya elevado a la categoría de héroe, fue el goleador con seis tantos.
España 82: El eterno adolescente
La Copa del Mundo de 1982 se otorgó a España desde 1966, cuando también se decidieron las sedes de 1974 y 1978. La FIFA decidió elevar a 24 el número de participantes, mismos que se agruparían en seis bloques. La segunda fase se haría en cuatro grupos de tres equipos cada uno. Los respectivos líderes irían a semifinales. Fue la única vez que se utilizó. Para el torneo, se destinaron nada menos que 17 estadios.
A las eliminatorias se inscribieron 109 selecciones. Desde la primera etapa de la fase clasificatoria, México, ahora dirigido por Raúl Cárdenas, enfrentó problemas. No pudo ganar ningún duelo a Canadá, igualando a uno en Toronto y en casa. Y aunque goleó a Estados Unidos 5-1 en el Azteca, fue vencido 1-0 por los estadounidenses en Fort Lauderdale, Florida. El Tri pasó en segundo lugar al hexagonal, atrás de los canadienses.
Pero lo peor vino en el Premundial, realizado en Honduras. A pesar de contar con un cuadro experimentado, la escuadra verde no pudo superar la hostilidad del ambiente. Solo ganó el primer juego, 4-0 ante Cuba; luego cayó 1-0 con El Salvador e hiló tres empates, contra Haití y Canadá a un gol y frente a Honduras a cero. Así, pese a que se habían dado dos lugares a Concacaf, México quedó fuera. Catrachos y salvadoreños viajaron a España.
Las reacciones adversas fueron demoledoras, tanto dentro como fuera del país, donde se acusó al futbol mexicano de padecer el “síndrome de Peter Pan”, pues a pesar de tener muchos años de profesionalismo, sólida infraestructura y una liga económicamente fuerte, parecía mantener un nivel similar al de Asia, África u Ocenía, donde el balompié sí era relativamente nuevo. Se ganó así el mote de “eterno adolescente”.
Brasil deslumbra, Italia gana
La Copa del Mundo de España vio el debut de Diego Armando Maradona en este tipo de competencias. Volvieron Inglaterra, Yugoslavia, Checoslovaquia y Rusia, pero Uruguay otra vez quedó fuera. Debutaron Kuwait, Nueva Zelanda, Argelia, Camerún y Honduras. Sorprendentemente, Holanda fue eliminada por Bélgica y Francia.
Ya en el campeonato, el Grupo 1 lo formaron Polonia, Italia, Perú y Camerún. Los polacos avanzaron en primer lugar gracias a una goleada de 5-1 sobre los incas. Todos los demás encuentros terminaron en empate. Los azurri calificaron apenas, gracias a que anotaron un gol más que los sorprendentes africanos, los cuales se retiraron sin derrota.
El Grupo 2, integrado por Alemania, Austria, Chile y Argelia, vio la primera gran sorpresa con la victoria argelina sobre los germanos por 2-1. La combinación de resultados llevó a que, en la última fecha, luego del triunfo africano 3-2 sobre los chilenos, el único resultado que calificaba tanto a teutones como a tiroleses era 1-0 favorable a los primeros, así que ambos equipos, tras caer el gol alemán, se dedicaron a tocar la pelota en media cancha hasta que terminó el tiempo, quedando fuera Argelia. El escándalo llevó a que la FIFA determinara que, en adelante, los juegos decisivos se efectuaran a la misma hora.
Argentina, Bélgica, Hungría y El Salvador conformaron el Grupo 3. Los campeones cayeron 1-0 en su debut ante los belgas, pero se recuperaron goleando a los magiares 4-1 y venciendo 2-0 a los centroamericanos, aunque cedieron el primer sitio al cuadro flamenco. Los salvadoreños sufrieron la peor goliza en la historia de los mundiales: 10-1 frente a los húngaros, aunque a estos de poco les sirvió, pues también quedaron fuera.
Inglaterra lideró el Grupo 4, seguido por Francia. Fueron eliminados Checoslovaquia y Kuwait, que de cualquier forma arrancó un punto a los checos. Los asiáticos llamaron más la atención porque, en el juego contra Francia -que de todos modos perdieron 4-1- el jeque Fahd Al-Ahmad bajó a la cancha y detuvo el partido para exigir al árbitro Miroslav Stupar anular un gol galo legítimo. El silbante aceptó y por eso sería suspendido.
El anfitrión, España, fue sorprendido en el Grupo 5 por Honduras, que lo tuvo en la lona con un gol de Zelaya, hasta que el árbitro marcó un pénalti más que dudoso para el empate. Los centroamericanos, donde destacaban Primitivo Maradiaga, Roberto Macho Figueroa y Gilberto Yearwood, también igualaron a uno con Irlanda del Norte y perdieron apenas con Yugoslavia, pero de todos modos no lograron calificar. Los ibéricos pasaron solo gracias a que pudieron derrotar a los balcánicos con otro penal rigorista, pues Irlanda del Norte los venció 1-0. Británicos y yugoslavos calificaron.
Finalmente, el Grupo 6 tuvo a Brasil, la Unión Soviética, Escocia y Nueva Zelanda. Los amazónicos se robaron el espectáculo en sus tres encuentros con una exhibición prodigiosa de fintas, regates, pantallas, paredes y goles de todo tipo. Así ganaron a la URSS 2-1, a los escoceses 4-1 y a los neozelandeses 4-0. Es justo señalar que los soviéticos fueron perjudicados por el arbitraje, aunque también llegaron a la siguiente ronda.
Paolo el magnífico
Se formaron cuatro grupos en la segunda fase. En el A, Zbigniew Boniek tomó la batuta polaca para llevar a su escuadra a semifinales, quedando fuera la URSS y Bélgica. En el B avanzó Alemania sobre Inglaterra y una decepcionante España. El D vio la calificación de Francia, que se impuso a Austria e Irlanda del Norte, pero fue el C el que llamó la atención de todos, pues conjuntaba a tres campeones mundiales: Brasil, Italia y Argentina.
En el primer encuentro, la squadra azurra logró batir a los gauchos por 2-1. Argentina fue eliminada en el segundo tras caer sin apelaciones 3-1 contra Brasil, en un juego que Maradona abandonaría, expulsado por el árbitro mexicano Mario Rubio. Finalmente, en el choque decisivo, donde los sudamericanos eran favoritos indiscutibles, con una media portentosa integrada por Zico, Sócrates, Falcao y Toninho Cerezo, se dio la gran sorpresa del triunfo italiano 3-2, con tres anotaciones de Paolo Rossi, que hacía poco apenas se había reintegrado al futbol tras ser sancionado por apuestas ilegales.
La gran mayoría de los aficionados y expertos lamentó la eliminación del equipo de Telé Santana, que con todo y su poder ofensivo no pudo ocultar la debilidad de su defensa y el errático actuar del portero Waldir Peres y del centro delantero Serginho. En las semifinales, Rossi continuó inspirado e hizo dos tantos para conducir a Italia a una nueva victoria de 2-1 sobre Polonia, la cual extrañó muchísimo al suspendido Boniek.
El otro juego fue una epopeya: Francia tuvo a los germanos abajo en tiempo extra por 3-1, con un futbol vistoso y elegante, en el que brillaban Platini y sus acompañantes Giresse, Tigana, Genghini, Didier Six y Dominique Rocheteau, entre otros. Pero los tudescos se levantaron y consiguieron empatar en los últimos minutos, galvanizados por Rummenige, para luego vencer en pénaltis, aunque ese triunfo quedó manchado por una brutal entrada del portero Schumacher sobre Battiston, sin que el árbitro expulsara al agresor.
La final, efectuada en el estadio Santiago Bernabeu de Madrid, enfrentó a italianos y alemanes. Rossi anotó su sexto gol consecutivo para abrir el marcador, Tardelli puso el 2-0 y Altobelli hizo el tercero. Poco antes del final, Breitner acortó por los germanos. Los azurri conseguían así su tricampeonato, con el que igualaban a Brasil en número de títulos.
Polonia obtuvo el tercer puesto al imponerse a unos desmoralizados galos por 3-2. De cualquier modo, el cuadro francés, dirigido por Michel Hidalgo, se ganó el reconocimiento de todos debido a su excelente y vistoso desempeño. Paolo Rossi fue campeón goleador con seis anotaciones.
Benjamín Segoviano
Profesor de carrera, periodista de oficio y vagabundo irredento. Amante de la noche, la música, los libros, el futbol, la cerveza y el cine. Inclinado a escribir acerca de mi ciudad, mi país y su gente, con feliz disposición a la plática entre amigos y a los viajes por el territorio nacional, en un perenne intento de reflejar en escritos esas experiencias.