Por Don Politik
Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, Guanajuato fue utilizado como ejemplo de lo que —según su narrativa— no debía pasar en México: violencia desbordada, instituciones rebasadas, y gobiernos panistas incapaces de garantizar la paz. Diego Sinhue, entonces gobernador, fue blanco recurrente de críticas. El presidente llegó a declarar que Diego “gobierna, pero no manda”, sugiriendo que Guanajuato estaba en manos de un “grupo” por encima del gobierno estatal.
La colaboración institucional fue mínima
La Federación exigía el relevo del fiscal estatal; el gobierno local defendía su soberanía. La narrativa era confrontativa, y los resultados en seguridad no mejoraron. Mientras los homicidios dolían en la estadística y en la calle, el discurso endurecía trincheras.

Con la llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia y de Libia Dennise García Muñoz Ledo al Ejecutivo estatal —ambas primeras mujeres en gobernar el país y el estado—, la narrativa cambió de tono. Las primeras acciones conjuntas no tardaron: reuniones en Palacio Nacional, firma de convenios, integración operativa de fuerzas federales y estatales. La estrategia CONFIA, el despliegue regionalizado y el refuerzo del sistema de inteligencia marcan un antes y un después.
Los números acompañan: reducción de homicidios de hasta 45% en zonas críticas, aseguramientos y capturas relevantes. Pero más allá de las cifras, lo que destaca es el cambio de lógica política: la confrontación dio paso a la coordinación pragmática.
La coordinación no se limita a seguridad
Un tema de alto voltaje político y social es el del acueducto Presa Solís–León, una megaobra destinada a garantizar agua a largo plazo para la zona metropolitana más poblada del estado. El proyecto, gestado en tiempos de Diego Sinhue, ha encontrado eco en el nuevo sexenio federal.
Sheinbaum ha manifestado disposición a avanzar, e incluso acelerar el proyecto con recursos federales, bajo esquemas de transparencia y sostenibilidad ambiental. Libia, por su parte, ha reiterado que el acceso al agua no puede ser rehén de pleitos partidistas. En tiempos de sequía y disputa hídrica, el agua se convierte en símbolo de gobernabilidad compartida.
¿Hay una alianza táctica entre Sheinbaum y Libia?
Todo indica que sí. Las señales son claras: mensajes públicos de respeto, elogios mutuos, cero confrontaciones, coincidencia en prioridades estratégicas y coordinación en temas sensibles como seguridad, agua y programas sociales. La narrativa de ambas es la de dos mujeres técnicas, responsables y enfocadas en resultados. La ideología se ha corrido unos pasos atrás.
Este entendimiento abre una posibilidad inusual: que Guanajuato deje de ser “el bastión inexpugnable del PAN” para convertirse en un territorio de competencia real y madura, donde Morena busque presencia territorial sin guerra abierta, y el PAN mantenga el control sin aislarse del gobierno federal.
La elección intermedia de 2027 en Guanajuato será clave
Si Libia logra sostener indicadores de seguridad y crecimiento económico, su figura podrá consolidarse como carta fuerte para el PAN nacional. Pero si los resultados de la coordinación con el gobierno federal prosperan, Morena podría tener por primera vez un terreno competitivo en Guanajuato, ya no desde la imposición, sino desde la colaboración.
Claudia gana al demostrar que puede gobernar sin sectarismo
Libia gana al posicionarse como una panista que sabe sumar sin someterse. Guanajuato gana si la seguridad y el agua dejan de ser botines y se convierten en derechos garantizados por gobiernos que cooperan.
El caso Guanajuato podría convertirse en el laboratorio nacional de la nueva gobernanza: no basada en la uniformidad partidista, sino en la capacidad de dialogar, coordinar y resolver problemas comunes. El reto será mantener esta sintonía más allá de los cálculos políticos. Porque los acuerdos no se miden solo por votos o encuestas, sino por su capacidad de transformar la vida en las calles.