Por: Don Politik

La visita de Claudia Sheinbaum a Guanajuato dejó algo más que anuncios de infraestructura, seguridad y apoyo al calzado. El mensaje de fondo fue político, casi simbólico: la presidenta y la gobernadora se mostraron en un mismo escenario, en un mismo tono, compartiendo la narrativa de que la política se construye con diálogo y no con confrontación.
La relación entre ambas no es casual ni improvisada. Se ha ido tejiendo desde la campaña, bajo una premisa de pragmatismo y sororidad política. Sheinbaum entiende que para penetrar en Guanajuato —histórico bastión panista— necesita aliados en el poder local, y Libia Dennise García, pese a su juventud, no desconoce las reglas de la política de vieja guardia: sabe que más allá de los discursos partidistas, la estabilidad se negocia con acuerdos.
En este cálculo, la división del PAN juega un papel central. El panismo guanajuatense, hoy más fragmentado que nunca, deja a Libia con pocos márgenes de cohesión interna. Sus cuadros duros no le ofrecen certezas, los liderazgos intermedios se consumen en pleitos de facción y el capital electoral corre riesgo de dispersarse. Ante ello, la gobernadora opta por abrir líneas de entendimiento con la presidenta: ahí encuentra oxígeno, respaldo y, sobre todo, resultados que puede presumir.
Para Sheinbaum, el gesto no es menor. Su presencia en León fue también un statement: la Cuarta Transformación, bajo su liderazgo, no será un calco del estilo de López Obrador. Hay continuidad en lo ideológico, sí, pero una forma distinta de ejercer el poder: menos confrontación, más acuerdos; menos desdén a los adversarios, más reconocimiento de las necesidades locales. La gira por Guanajuato no fue solo para dar cuentas de su primer informe, fue para marcar el tono de su gobierno.
El contraste es claro: mientras en Morena la presidenta busca sumar desde el diálogo, en el PAN la fractura interna erosiona la autoridad de su propia gobernadora. El horno no está para bollos. Si los panistas no logran unificarse y detener las exhibiciones públicas de sus diferencias, no será Claudia quien fragmente al PAN, será el PAN quien se fragmente solo. Y ahí, justo ahí, es donde Libia necesitaría operadores políticos de altura, que hoy parecen ausentes.
La política, como el poder, no tolera vacíos: alguien siempre los ocupa.
