Por: Don Politik

En política, la fortaleza de un liderazgo no siempre se mide por el número de obras inauguradas ni por la contundencia de los discursos. Muchas veces, lo que garantiza la permanencia es la capacidad de formar un equipo sólido que respalde cada decisión. Ese ha sido, quizá, el mayor acierto de Adrián Hernández Alejandri en Dolores Hidalgo: entender que gobernar es también construir un núcleo de operación política que mantenga la estabilidad y abra la puerta a nuevos escenarios.
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En ese núcleo hay una pieza clave: Michelle Reyes Lucio. Desde el DIF municipal, pasó de ser la figura protocolaria que acompaña al alcalde a convertirse en un complemento estratégico. Sus programas sociales, apoyos productivos y acciones comunitarias han dado a la administración de Adrián el rostro humano que equilibra la obra pública con la sensibilidad ciudadana. Y en un municipio con alta demanda de atención social, ese contrapeso ha sido fundamental para sostener la narrativa de cercanía.
La fórmula funciona porque está diseñada como un engranaje: Adrián se enfoca en el cemento, en la gestión con el estado, en la atracción de inversión y turismo; Michelle, en cambio, construye legitimidad desde abajo, con la gente, sumando confianza en colonias y comunidades. Juntos proyectan una estabilidad política que, sin esa complementariedad, difícilmente se explicaría.
Los escenarios se dibujan con claridad. Para Adrián, consolidar obras emblemáticas y mantener su nivel de aprobación lo coloca en la antesala de la política estatal, con posibilidades de proyectarse en el Congreso o en espacios regionales de mayor peso. Para Michelle, en cambio, el camino natural es la candidatura a la presidencia municipal en la próxima sucesión, capitalizando su visibilidad social y el sello de continuidad.
El riesgo, sin embargo, está siempre a la vuelta de la esquina. Si la dupla cae en la tentación de sobreactuar, de confundir cercanía con espectáculo, o de repetir los errores de forma y fondo que desgastaron a figuras como Alejandro Navarro en Guanajuato, el capital político podría desmoronarse con rapidez. La fortaleza del equipo es, al mismo tiempo, su vulnerabilidad.
Hoy, Dolores Hidalgo vive una coyuntura peculiar: un presidente municipal con obras y turismo como carta fuerte, y un DIF convertido en soporte social que le da solidez y legitimidad. A ello se suma la cercanía con la gobernadora Libia Dennise García y el respaldo político de su administración, que refuerza aún más la posición de Adrián y potencia el trabajo de Michelle. La ecuación es simple: Adrián es el eje, Michelle el complemento. Y mientras mantengan el equilibrio entre poder y sensibilidad, la fórmula puede ser ganadora no solo en Dolores, sino en el tablero político de Guanajuato.
