Ben Segram
- Algo tiene el futbol, pese a las críticas. Un deporte predominantemente masculino dejó, sin embargo, dos imágenes conmovedoras protagonizadas por mujeres, durante la segunda jornada. Damas musulmanas, además. Una de ellas, captada por las cámaras mientras lloraba, sumamente emocionada, al escuchar el himno de su patria, antes del encuentro Inglaterra-Irán; la otra, saltando de alegría cuando su selección anotó el segundo tanto, de pénalti, pese a la paliza ya consumada del equipo europeo sobre el árabe.
- Quienes también se robaron el show fueron los aficionados de Senegal. Dirigidos por una porra en la que sus miembros se maquillaron el rostro y se ataviaron a la usanza de su país, no pararon de realizar llamativas escenografías al ritmo del tam-tam de tambores con reminiscencias selváticas. Su equipo perdió 0-2 con Países Bajos, pero los entusiastas animadores se ganaron los aplausos incluso de los hinchas rivales.
- Para ese mismo duelo, el conjunto neerlandés decidió ya no ser “naranja”, sino “mandarina mecánica”, con sus nuevos uniformes de un color tan intenso y llamativo que, cuando corrían, parecían deslumbrar a los africanos, que a estas alturas deben estar poniéndose fomentos de manzanilla en sus oscuros ojos, lastimados por el resplandor de las camisetas de sus contrincantes.
- La FIFA ha enloquecido. En una decisión por lo menos sorpresiva, dio manga ancha a los silbantes para que añadan el tiempo que consideren necesario como compensación al final de cada periodo, de forma que en el mismo duelo entre ingleses e iraníes el silbante Raphael Claus concedió nada menos que ¡24 minutos más! (10 en el primer lapso y 14 en el segundo), lo que lo convirtió en el duelo regular más largo de la historia de la Copa.
- Ya picados, el árbitro qatarí Abdulrahman Al Jassim concedió asimismo nueve minutos al final del segundo tiempo del encuentro entre Gales y Estados Unidos, que por cierto empataron los galeses con un penal más que dudoso sobre Gareth Bale, lo que demuestra una vez más el peso que tienen las superestrellas en las decisiones de los silbantes (¿verdad que sí, Cristiano Ronaldo?), algo que ni con el VAR se ha podido -o querido- remediar.