Por: Don Politik

La visita de la gobernadora Libia Dennise García a San Miguel de Allende y Dolores Hidalgo no fue una simple gira institucional. En el trasfondo, reveló la compleja arquitectura de relaciones políticas que la mandataria está tejiendo con dos de los alcaldes más relevantes del estado: Mauricio Trejo Pureco y Adrián Hernández Alejandri. Dos perfiles con aspiraciones serias para el 2030, que rompen el molde de la geopolítica guanajuatense dominada por décadas por el corredor industrial.
En Dolores Hidalgo, la relación con Adrián Hernández es clara y previsible. Alcalde panista, ex priista disciplinado en su nuevo partido, Adrián trabaja con disciplina para consolidar el municipio como un bastión panista, entendiendo que Dolores es históricamente un terreno volátil y disputado. Su buena relación con cuadros priistas le da margen de negociación y lo proyecta como un cuadro institucional, útil para un PAN que busca reordenarse. No es casualidad que aspire y se le mencione como una opción natural a la gubernatura en 2030: combina lealtad partidista con capital político propio y una narrativa de estabilidad que puede conectar con un electorado cansado de la confrontación.
En San Miguel de Allende, la historia es distinta. Mauricio Trejo, priista de vieja guardia, ha sabido recomponer su relación con Libia García, en un gesto que sorprende a muchos. Trejo no oculta sus aspiraciones: trabaja para ser opción en 2030, sea por el PRI, por una coalición opositora o incluso como carta atractiva para Morena, que busca perfiles competitivos en territorios históricamente panistas. Su estilo frontal, su peso en San Miguel y su capacidad de adaptarse a coyunturas le dan un aire de jugador autónomo, difícil de encasillar. Para Libia, mantener una relación sólida con Trejo es pragmática política pura: garantiza gobernabilidad local y abre canales con un actor que, guste o no, será protagonista en el tablero estatal.
Lo interesante es que tanto Adrián como Trejo representan algo que en Guanajuato se veía lejano: liderazgos fuertes fuera del corredor industrial. San Miguel y Dolores Hidalgo se colocan como polos emergentes en la disputa por el futuro político del estado. Ambos alcaldes, con estilos distintos, obligan a repensar la geopolítica electoral guanajuatense y abren la puerta a una competencia menos centralizada en León, Irapuato o Celaya.
El dilema para Libia García no es menor. Hoy, a un año del arranque de su gestión, puede mantener buena relación con ambos, pero hacia 2030 la ruta será inevitablemente de choque electoral y de un fuerte análisis estratégico. Su cercanía con la presidenta Claudia Sheinbaum y la necesidad de presentar un perfil competitivo frente a Morena ponen a la gobernadora en una encrucijada: ¿apostará por un candidato panista fuerte como Adrián Hernández para defender el poder, o terminará allanando el camino a una transición democrática y necesaria, sea con Trejo u otra figura emergente?
La visita a San Miguel y Dolores deja claro que Libia está construyendo puentes, no muros. Pero también marca el inicio de una ruta en la que, tarde o temprano, deberá elegir no solo entre dos alcaldes con intenciones claras, sino entre dos proyectos de futuro para Guanajuato: la continuidad panista en crisis, o la apertura a un relevo opositor que rompa las inercias de tres décadas y que la haga pasar a la historia como la primera gobernadora del estado y además demócrata.