Benjamín Segoviano / Guanajuato, Gto.
La sierra de Guanajuato, esa que José Alfredo incluyó en una de sus más famosas melodías, alberga no solo una gran riqueza natural, sino también humana. Decenas de comunidades pueblan sus montañas y bosques, envueltas en la niebla matinal o el sol del mediodía. Allí, habitan personas que afrontan una vida dura para arrancar el sustento a la tierra, pero lo hacen con entereza y dignidad.
Mario Montero es un personaje que se empeña, año con año, en atender ese esfuerzo y llevar un momento de alegría a niños, ancianos y adultos. Reúne aportaciones de un grupo de amigos y va por las brechas serranas para arrancar sonrisas a los pequeños con un juguete o un dulce. Entrega cobijas que ayuden a mitigar el tremendo frío y despensas para contribuir a que, en estas fechas, no falte alimento en la mesa de la familia.


“Mi madre decía que la generosidad se demuestra con acciones que ayuden a las personas a tener momentos felices en su vida: dar sin recibir”, comenta Mario mientras maniobra su camioneta. En ella, y en otra que conduce su amigo Jesús Arrona, carga 60 cobijas, 82 despensas, 180 pares de zapatos y sandalias nuevas, 10 bolsas de ropa nueva y usada, una pequeña bicicleta color rosa y diversos juguetes.



Joya del Pirul, Agua Colorada, Lomas de Mesa Cuata, Joya de Lobos, Mesa Cuata, San José del Gacho, El Chocolate y El Tablón fueron visitadas el pasado 22 de diciembre, en un extenso recorrido con numerosas subidas, bajadas, cruces de arroyos y vistas maravillosas. Del interior de casitas aisladas, jacales y de entre los árboles surgen infantes con las mejillas coloreadas por el frío, adultos mayores de pasos lentos, carboneros, jóvenes madres.
Una pequeña de escasos cinco años, de mirada brillante y curiosa, se lleva la bicicleta, otros menores eligen carritos, muñecas, pelotas, juguetes para armar. De cada vereda, surgen atareadas mamás con bebés en brazos, abuelos y abuelas, hombres que, por un momento, suspenden su labor. Reciben complacidos el obsequio, sonríen, unos de forma abierta, otros tímidamente. No falta el infante que suelta el llanto ante la presencia de desconocidos.


Mario asegura que él solo es un intermediario, encargado de llevar los presentes que voluntariamente aportan varios amigos: Ryo Ohba, Ben Stark, Faffy Siekman, Edith Salazar, la familia Espinoza García, Adriana Rodríguez, Luzma Nava, Ivonne Aguirre, Fátima Licea, Arcelia López, Lupita de Calderón, Anita Ávila, Gerardo Rangel, Marilú Mosqueda, Ara Cruz Martín del Campo, Lory Chacón, Ismael Fuentes, Silvia Zepeda, Ma. Elena Pérez, Maru Lira, Chayo Ruiz, Gisela Méndez, Emilia Hernández, Gina Calderón, Soledad Lona y dos más que prefieren mantener el anonimato. También colaboraron de algún modo Víctor Mora, Jesús Arrona, Liam Montero, Eustolia Montero, Ignacio y Gaby Gómez.


La travesía es agotadora, pero se compensa con las sonrisas de agradecimiento y el abrumador paisaje. Particularmente conmovedora es la despedida de doña Modesta, madre de cuatro hijos invidentes que habita una acogedora vivienda en una lomita del Chocolate, poblado situado en lo hondo de la cañada, al pie del imponente cerro del Gigante, hasta donde llega el rumor de las aguas del cercano arroyo, germen del río Silao.
También hay algo de tristeza. Varios de los adultos mayores conocidos de años pasados ya no están; han emprendido el viaje final. La pandemia del Covid también azotó estos rumbos, pese al aislamiento y a la pura y transparente atmósfera.


El Tablón constituye la última etapa de la jornada. Se reparten las últimas despensas, las cobijas restantes, la ropa que aún queda. Nunca es suficiente: las necesidades son muchas y los recursos no tanto, Sin embargo, queda el anhelo de que para la próxima visita serrana el beneficio llegue a más personas. Por lo pronto, se deja un cálido mensaje de esperanza, algo muy acorde a estos días de celebraciones decembrinas, reconciliación y paz.


Benjamín Segoviano
Profesor de carrera, periodista de oficio y vagabundo irredento. Amante de la noche, la música, los libros, el futbol, la cerveza y el cine. Inclinado a escribir acerca de mi ciudad, mi país y su gente, con feliz disposición a la plática entre amigos y a los viajes por el territorio nacional, en un perenne intento de reflejar en escritos esas experiencias.