Por: Don Politik

Movimiento Ciudadano se ha convertido en uno de los casos más singulares de la política mexicana contemporánea. A nivel nacional, el partido ha sabido posicionarse como “la tercera vía” gracias a un marketing político fresco, disruptivo y adaptado a la era digital. Sus vitrinas —Nuevo León y Jalisco— han servido para mostrar dos estilos distintos pero complementarios: un gobierno mediático, joven y global en el norte con Samuel García, y un gobierno técnico, institucional y metropolitano en el occidente con Enrique Alfaro y ahora Pablo Lemus.
La narrativa nacional es clara: MC se presenta como el partido del futuro, de la juventud y de la innovación. Lo ha hecho con campañas virales, comunicación digital intensa y símbolos familiares-emocionales como Mariana Rodríguez. Ese discurso le ha permitido conectar con sectores urbanos, profesionales y jóvenes, proyectando una identidad fresca frente a partidos tradicionales y frente a Morena.
Pero cuando se observa la gestión, el contraste aparece. En Nuevo León, si bien el Acueducto El Cuchillo II y la atracción de inversiones del nearshoring son logros tangibles, los problemas de inseguridad, transporte masivo insuficiente y confrontaciones con el Congreso debilitan la narrativa de eficiencia. En Jalisco, la expansión del BRT y los indicadores de transparencia son avances reales, pero los altos índices de violencia y desapariciones minan la confianza social. El marketing político es eficaz; la gestión pública, en cambio, muestra claroscuros.
La situación en Guanajuato exhibe con mayor nitidez esta brecha entre discurso y resultados. Movimiento Ciudadano mantiene presencia en el estado, pero de manera marginal: sus alcaldías son limitadas y sin gran trascendencia en municipios clave, sus diputados en el Congreso local apenas alcanzan para sostener una agenda simbólica y su dirigencia carece de figuras con peso territorial o mediático.
Mientras que a nivel nacional MC proyecta modernidad y frescura, en Guanajuato su impacto social es reducido. No ha logrado consolidar un liderazgo local que pueda capitalizar el desencanto hacia el PAN ni disputar con Morena el espacio opositor. Los intentos de vinculación con jóvenes, colectivos ambientales o sectores ciudadanos han quedado en esfuerzos aislados, sin convertirse en un movimiento social con arraigo.
El contraste es notorio:
- A nivel nacional, MC es un partido con gran narrativa, capaz de generar tendencia y viralidad.
- A nivel estatal en Guanajuato, es un partido testimonial, con resultados de gestión local modestos y sin incidencia real en la agenda legislativa o municipal.
Movimiento Ciudadano es, hoy por hoy, el partido de la comunicación política más sofisticada en México, pero su reto sigue siendo convertir esa narrativa en resultados de gobierno que resistan el escrutinio cotidiano del ciudadano. Mientras en Nuevo León y Jalisco existen logros que apuntalan la marca pero también deudas profundas en seguridad y gobernabilidad, en Guanajuato la debilidad es estructural: sin alcaldes de peso, sin legisladores influyentes y sin un liderazgo visible, la fuerza del marketing naranja se diluye en la realidad territorial.
El desafío para MC es trascender de ser una marca aspiracional y digital a convertirse en un proyecto político con eficiencia tangible, capaz de demostrar en todos sus espacios de gobierno —estatales y municipales— que la frescura del discurso puede traducirse en resultados palpables para la ciudadanía.