Redacción / Ciudad del Vaticano
Con un repique de campanas, miles de fieles, líderes políticos y el propio papa Francisco dieron el último adiós el jueves a Benedicto XVI, el teólogo alemán que hizo historia al retirarse del cargo, en una inusual misa de réquiem por un pontífice muerto presidida por su sustituto.
La multitud aplaudió cuando los portadores sacaron a hombros el ataúd de ciprés de Benedicto de la basílica de San Pedro, envuelta en la niebla, y lo colocaron ante el altar instalado en la enorme plaza exterior.
“Benedicto (…) que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre la voz” del Señor, suplicó el papa durante la misa presidida desde la silla de ruedas.
En el último adiós, Francisco destacó su “sabiduría, delicadeza y entrega” poco antes de que el féretro fuera transportado al interior de la basílica de San Pedro para su sepultura.
El pedido del papa argentino fue lanzado ante el sencillo ataúd de madera donde yacía el cuerpo de Joseph Ratzinger, con una copia de los Evangelios y colocado en el atrio de la basílica.
A primera hora del jueves, el Vaticano hizo pública la historia oficial de la vida de Benedicto XVI, un breve documento en latín que fue colocado en un cilindro metálico dentro de su ataúd antes de ser sellado, junto con las monedas y medallones acuñados durante su papado y sus estolas de palio.
El documento presta una amplia atención a su histórico retiro y se refiere a Benedicto como “papa emérito”, citando textualmente la frase en latín que pronunció en su anuncio del 11 de febrero de 2013.
Después de la misa, el féretro de ciprés de Benedicto XVI fue colocado dentro de otro de zinc, que a su vez quedó dentro de un tercer ataúd de roble antes de ser enterrado en la cripta que está debajo la Basílica de San Pedro, donde en su día estuvo la tumba de San Juan Pablo II antes de ser trasladada al piso superior.
La presencia de un papa en el funeral de su predecesor es algo inédito en la historia reciente de la Iglesia. Francisco estaba rodeado por cinco cardenales en el altar instalado en el atrio que domina la inmensa explanada.
Al término de la sepultura, de pie, ayudado por su bastón y sin paramentos, Francisco bendijo el ataúd y lo tocó con su mano para despedirlo.
Solemne pero sobrio
Entre los fieles que asistieron a la ceremonia figuraban muchos sacerdotes y monjas, quienes hicieron fila desde la madrugada para entrar a la plaza.
Las exequias del pontífice alemán, quien renunció al trono de Pedro en 2013 tras 8 años de pontificado, fueron “solemnes pero sobrias”, como deseaba Benedicto XVI.
La ceremonia duró una hora y 20 minutos y fue concelebrada por unos 4.000 religiosos, entre cardenales y obispos de todo el mundo.
Entre los asistentes figuraban varios jefes de Estado y de Gobierno, incluido los presidentes de Italia, Polonia, Hungría, Portugal, el rey Felipe de Bélgica y la reina emérita española Sofía, así como diplomáticos de varias nacionalidades.
El Vaticano dijo que a la misa del jueves asistieron unas 50.000 personas, y que alrededor de 200.000 pasaron por la basílica durante los tres días que albergó la capilla ardiente.
(Con información de AFP, AP, EFE)