Benjamín Segoviano
Al VI Campeonato Mundial de Futbol se inscribieron 52 países, de los cuales calificaron 12 europeos y cuatro americanos. Destaca la primera aparición de la Unión Soviética, campeón olímpico en Melbourne 1956; el regreso de Argentina, ausente desde 1930; la presencia, por primera y hasta el momento única vez, de los cuatro equipos británicos, y la eliminación de los bicampeones Uruguay e Italia, así como de España, vencidos en sus grupos clasificatorios por Paraguay, Irlanda del Norte y Escocia, respectivamente.
Se dio la circunstancia de que China Nacionalista (hoy Taiwán), Indonesia, Egipto, Siria, Sudán, Turquía y Chipre se retiraron, en protesta porque, en caso de avanzar, les tocaría enfrentarse a Israel, al que las naciones árabes repudiaban luego de ganar la llamada Guerra del Sinaí, en 1956.
México calificó imponiéndose rotundamente a Estados Unidos 6-0 en el flamante estadio de Ciudad Universitaria (CU) y 7-2 en Long Beach. Luego, derrotó en dos juegos por idéntico marcador de 3-0 a Canadá, para enfrentar al ganador del área centroamericana: Costa Rica. Los ticos fueron vencidos 2-0 en la capital azteca. El juego de vuelta culminó 1-1, dando el pase a nuestro país.
En el sorteo, al igual que ocho años atrás, el Tri fue colocado en el mismo grupo que el cuadro local, además de Hungría -subcampeón en 1954- y el debutante Gales, así que le tocó una vez más inaugurar el torneo, ante los suecos. Repetía al mando el español Antonio López Herranz, pero auxiliado por Ignacio Trelles como entrenador, dupla que, según los críticos, no se llevaba nada bien.
Los locales saltaron al estadio “Rasunda” de Estocolmo con Karl Svensson; Orval Bergmark, Bengt Gustavsson y Sven Axbom en la defensa; Nils Liedholm, cerebro del equipo, y Sigvard Parling en la media; el gran extremo derecho Kurt Hamrin, Bror Mellberg, Agne Simmonson, Gunnar Green y Lennart Naka Skoglund, habilidoso extremo izquierdo. México alineó a Carbajal; Jesús del Muro, Jorge Romo y José Jamaicón Villegas; Alfonso Portugal y Panchito Flores; Alfredo Fello Hernández, Salvador Reyes, Carlos Calderón de la Barca, Crescencio Mellone Gutiérrez y Enrique Loquito Sesma.
Antes del choque, López Herranz había mencionado que “Si aguantamos 20 minutos sin que nos anoten, aumentarán nuestras posibilidades de triunfo”. No sabemos si pecó de optimista o echó la sal, como se dice, porque justamente tres minutos antes de ese lapso cayó el primer tanto en contra. La estrella Hamrin poco pudo hacer en el partido, ante la férrea marca del Jamaicón, pero a los 17’ logró un cambio de juego hacia Skoglund, Del Muro se barrió, Naka saltó, cedió el balón a Simonsson, quien entró como locomotora y tocó para el 1-0. Así terminó el primer tiempo.
Al iniciar el segundo, México se adueñó de la pelota con su futbol de toque en corto, pero sin eficacia. Los suecos, en cambio, lanzaban veloces ataques por las puntas. En uno de esos, Hamrin tomó el balón, Romo llegó y lo zancadilleó. El árbitro ruso Latychev marcó penal y Liendholm anotó el segundo. El tercero fue una calca del primero: Skoglund tomó la pelota, se barrió Del Muro, brincó el extremo izquierdo y sirvió medio gol a Simonsson, que solamente tuvo que empujar.
El 3-0 hizo que a México se le comenzara a llamar “finalista geográfico”, pues se consideraba que su presencia en los mundiales se veía favorecida por la débil zona futbolística en que le tocaba eliminarse. Algo había de cierto, aunque posteriormente el papel de Suecia, que llegaría a la final, disminuiría un poco las críticas.
Un irapuatense histórico
El segundo duelo de México fue contra Gales, en el mismo estadio. El conjunto británico corrió con suerte en las eliminatorias, ya que primeramente había quedado fuera en un grupo ganado por Checoslovaquia, pero ante la retirada de las selecciones africanas y asiáticas por el caso de Israel, la FIFA hizo un sorteo entre los eliminados, mismo que favoreció a los galeses.
El técnico D. Murphy mandó al campo a Jack Kelsey; Stuart Williams y Mel Hopkins y Baker; Mel Charles y Dave Bowen; Colin Webster, Terry Medwin, John Charles (1.90m de estatura y considerado uno de los mejores centros delanteros del mundo); Ivor Alchurch y Cliff Jones. México salió con la Tota en la portería; repitió Del Muro, pero entraron Miguel Mulo Gutiérrez y Raúl Cárdenas; Romo pasó a la media junto a Flores, y en la delantera debutó el irapuatense Jaime Belmonte, Reyes se mantuvo, aparecieron los dos Carlos: Blanco y González, y Sesma conservó su puesto.
El juego tuvo las características de un encuentro de lucha libre entre un cuadro técnico, el mexicano, y uno muy rudo, el galés, pero de pesos muy diferentes, ligero contra medio. Aun así, el conjunto nacional plantó cara a los británicos; el terrible Charles fue anulado, pero la defensa azteca no pudo evitar que un centro rasante de Webster fuera rematado por Allchurch antes de media hora. Con ese 1-0 finalizó la primera parte.
El segundo periodo, con excepción de los minutos iniciales, fue dominado por los mexicanos, pese a las rudezas de sus rivales. El árbitro Lemesic perdonó al menos dos claros pénaltis y una expulsión al conjunto británico, lo que provocó que la mayoría de los 18 mil espectadores apoyara con todo a los tricolores. Al fin, en las postrimerías del choque, Flores pasó un balón a Blanco, quien a su vez se apoyó en Reyes; éste tocó a González para que lanzara a profundidad a Sesma. Con el balón a punto de salir por la línea de meta, el extremo centró. Belmonte y Hopkins saltaron, pero el jugador del Irapuato se elevó más y colocó un testarazo que anidó el balón en las redes. Por ello, tiene un monumento frente al estadio “Sergio León Chávez”.
El 1-1 levantó elogios para los mexicanos. Por fin, después de cuatro mundiales, se evitó la derrota. El papel desempeñado posteriormente por Gales revalorizaría aún más el resultado. Lamentablemente, en el siguiente partido, ante Hungría, se perdió mucho de lo logrado, debido en gran parte a la desconcertante decisión de alinear a varios lesionados, entre ellos Guillermo Tigre Sepúlveda, quien ingresó por Romo pese a que recientemente había sido operado y aún no se recuperaba del todo. Carbajal tenía una distensión en un dedo y jugó, aun teniendo como porteros suplentes a Jaime Tubo Gómez y Manuel Camacho. Además, Del Muro estaba tocado de una pierna. Los húngaros salieron con Ilku; Matrai, Sipos y Sarosi; Szojka y Kotasz; Budai, Benzsics, Hidegkuti, Tichy y Sandor. Del subcampeón en Suiza no quedaba casi nada, luego de la huida de Puskas, Kocsis, Czibor y varias estrellas más a otros países por la invasión de la URSS a su nación, en 1956. Además, el técnico Lajos Barotti, al contrario de México, sentó al portero Grosics y al gran Josef Bozsik por estar lastimados, pues explicó que “más valen jugadores sanos que ases golpeados”.
El juego se efectuó en el estadio “Jernvallen” de Sandviken. Apenas a los cuatro minutos, Sepúlveda chocó contra Sandor y debió salir del campo. Poco después, en un disparo de Blanco que rechazó Ilku, Del Muro intentó contrarrematar, pero al estirar la pierna sufrió un desgarre; fue subido a la delantera para que al menos intentara estorbar, pero se convirtió en mero adorno. En esas condiciones, prácticamente contra nueve hombres, los húngaros anotaron cuatro veces por conducto de Tichy (2), Sandor y autogol de González a disparo de Budai. Fue todo. Trelles puso el epitafio: “No utilizamos reservas porque se hubiera desorganizado la defensa”. Para Ripley.
Un jovencito apodado Pelé
En el Grupo 1, integrado por Argentina, Alemania Occidental, Checoslovaquia e Irlanda del Norte, calificaron germanos y británicos. Los ches fueron vencidos en su debut 3-1 por los teutones, lograron vencer a los irlandeses por igual marcador, pero Checoslovaquia les pasó por encima 6-1. Eliminados, los recibieron en su país con una lluvia de monedas y debieron ser protegidos por el ejército.
El Grupo 2 lo integraron Francia, Paraguay, Yugoslavia y Escocia. Aquí cabe destacar una goleada de los galos sobre los guaraníes por 7-3, con tres tantos de un fornido delantero apellidado Fontaine. Los sudamericanos, con dos grandes talentos apellidados Re y Amarilla en la delantera, se repusieron: derrotaron 3-1 a Escocia y empataron a tres con Yugoslavia, pero al final éstos y los franceses avanzaron.
En el sector 3, avanzaron Suecia y Gales, que venció en juego de desempate a Hungría.
El Grupo 4 vio por vez primera la formación 4-2-4, obra de los brasileños, que les funcionó para calificar tras imponerse 3-0 a Austria, empatar sin goles con Inglaterra y vencer 2-0 a la URSS, cuyo portero Lev Yashin obtuvo grandes elogios y pronto ganó el apodo de Araña Negra, no solo por su vestimenta, sino por detener balones como si tejiera una gigantesca telaraña. Lo novedoso fue que los amazónicos hicieron tres cambios que resultarían providenciales, con el ingreso de Zito, Manuel Dos Santos Garrincha y el jovencísimo Edson Arantes do Nascimento, Pelé. Los soviéticos también clasificaron luego de ganar al cuadro inglés, que una vez más quedó fuera, aunque esta vez tuvo la justificación de que varios de sus estrellas habían muerto en un avionazo ocurrido en Múnich al Manchester United. Entre otros, sobrevivió el joven Robert Bobby Charlton.
Así, a cuartos de final llegaron siete europeos y Brasil. Francia dio cuenta fácilmente de Irlanda del Norte, por 4-0. La delantera gala, formada por Wiesniewski, Fontaine, Kopa, Piantoni y Vincent, hizo historia. Alemania ganó trabajosamente 1-0 a Yugoslavia, con gol de Rahn, el héroe de Berna. Suecia echó fuera a los rusos por 2-0. A los amazónicos les costó trabajo derribar la ultradefensiva y ruda muralla galesa, pero a los 28 minutos del segundo tiempo un centro preciso del genial Didí fue rematado por Pelé para el 1-0 definitivo.
En semifinales, el cuadro de casa se impuso a los alemanes por 3-1, ante el delirio de su afición, y en el otro juego Brasil confirmó su maestría haciendo gala de un futbol maravilloso, altamente técnico. Pese a la resistencia gala, los sudamericanos salieron avante por 5-2. El juego por el tercer lugar lo ganó merecidamente Francia por 6-3 a los alemanes.
La final fue un episodio más del duelo entre virtuosismo sudamericano y fortaleza europea. Aunque Suecia se puso en ventaja con gol del interior Niedholm, sendas jugadas de Garrincha, que dejaron viendo visiones a Axbom, terminadas por Vavá, dieron vuelta al marcador. Poco después, un centro de Zagallo fue matado con el pecho por Pelé, quien en un solo movimiento quebró a dos defensas, hizo un “sombrerito” sobre Gustavsson y fusiló a mansalva a Svensson. El público, los periodistas y el mundo entero quedaron alelados ante el prodigio.
Zagallo hizo el cuarto. Luego, la defensa brasileña hizo de las suyas: un mal pase fue interceptado por Simonsson, que no desaprovechó el regalo y acortó a 4-2. Casi para terminar, un centro medido de Zagallo fue interceptado por Pelé para poner cifras finales: 5-2. El scratch, como suele motejarse a Brasil, comenzaba a ser du oro. El rey Gustavo Adolfo bajó a entregar la Jules Rimet a los campeones. Toda América festejó el título.
El francés Just Fontaine fue campeón goleador con 13 tantos, récord que se mantiene para un solo torneo. El mejor resumen de la competencia lo hizo el diario francés Le Figaro: “Solo un superequipo puede vencer al campeón mundial de 1958, y ese superequipo no existe, actualmente, en Europa”.
Benjamín Segoviano
Profesor de carrera, periodista de oficio y vagabundo irredento. Amante de la noche, la música, los libros, el futbol, la cerveza y el cine. Inclinado a escribir acerca de mi ciudad, mi país y su gente, con feliz disposición a la plática entre amigos y a los viajes por el territorio nacional, en un perenne intento de reflejar en escritos esas experiencias.