Francisco Arellano
Hace tres décadas que el Partido Acción Nacional llegó al poder estatal, de Guanajuato, por dedazo, a través de un interinato; que se prolongó por cuatro largos años.
No valieron los valores democráticos que esgrimen en sus principios, su postura en defensa de la familia es para que los integrantes estén dentro de la nómina gubernamental: hijos, jefes de familia, novios, yernos, nueras, primas.
Para todos hay lugar, gracias al “bien común”.
El adoctrinamiento a los jóvenes de nivel medio superior es su apuesta. En 2020, los alumnos del último semestre, en un alto porcentaje, fueron los que recibieron tablet o lap; el sentido común diría que lo más viable sería proporcionar equipo a los de primer ingreso, había una gran diferencia, los favorecidos, este 2021 ya podían votar.
Hay mucho por escribir sobre estas tres décadas.
Quiero iniciar, retomando un texto que apareció hace veinte años, cuando habían transcurrido sus primeros diez años de gobierno panista; se publicó en el número 39 de la revista Generación Alternativa (número especial durante la edición 29 del Festival Internacional Cervantino), “Guanajuato, la Atenas de por aquí”, en octubre de 2001 y también apareció en el Suplemento Cultural Expresso, Año 3, número 104, sábado 3 de noviembre de 2001.
No son muchas las diferencias, se convirtieron en el régimen que durante muchos años combatieron, el partido único.
La caída de Cuévano o la Segunda Toma de la Troje de la Requinta
Francisco Aldebarán
Un fantasma recorre el Cuévano del Siglo XXI, el fantasma del conservadurismo y el changarrerismo.
Cuévano ha cedido a la invasión que desde hace diez años han hecho las huestes de Pedrones, esta invasión la inició un pedronés vendedor de refrescos de cola y que cumple con la definición que de los de Pedrones hacen los cuevanenses: está grandote y se cree grandioso.
Todo empezó con el deseo de este pedronés por gobernar el estado de Plan de Abajo para sus cuates los agiotistas, que desde ese entonces se agruparon y se autodenominaron Cuatachos de Ox.
Sin embargo, por un pleito electoral entre los verdes y los colorados el grandote tuvo que replegarse y aceptar el dedazo para un interinato, trueque que estuvo a cargo de los padrinos políticos y de los padrinos económicos del refresquero y que, por supuesto, recayó en uno de sus cuatachos.
A ese otro pedronés se le conoció como el divino maestro y a su señora esposa como nuestra señora de Cuévano.
Desde entonces los males de los cuevanenses se incrementaron y todo lo que ocurre en su pueblo es como una sentencia, es un acto ritual que se ha repetido todos los días a la misma hora desde tiempo inmemorial y se seguirá repitiendo hasta la consumación de los siglos.
El divino maestro intento humillar a los cuevanenses pretendiendo hacerles otro Cuévano, grandote como Pedrones, proyecto al que llamaron USALO; los de la Cañada se organizaron y al grito de “Cuévano siempre fiel”, echaron abajo este diabólico plan que ya había gastado miles de millones de pesos en su promoción, con dinero de las arcas del estado de Plan de Abajo.
Años después, de cualquier manera, la humillación se consumaría por parte de los diputados locales, compañeros de partido de estos ilustres pedroneses, dándole carpetazo a la acusación que sobre malversación de fondos había en contra de la administración del divino maestro.
Pero el grandote se amachó y no le sacó al parche, estas expresiones forman parte de su lenguaje cotidiano y regresó para disque gobernar el estado al que ya le habían tomado cariño, y el modo, los de Pedrones; porque, él siempre lo dijo, su aspiración era llegar a la grande, ciertamente.
La vida de Cuévano se transformó, llegaron en manada de Pedrones a burocratizarse y a tomar las riendas del destino que ya les estaba encomendado, ser los más puros, los más buenos, los más chic; ser los que debían gobernar a la indiada, a los descalzonados, al viejerío, a los encalcetinados, a los chiquillos y a las chiquillas; según rezan sus sagradas escrituras, su Biblia, su Corán.
Esta fue la segunda Toma de la Troje de la Requinta, pero al revés.
También Cuévano está triste porque han venido desapareciendo sus cantinas, auténticos santuarios, en su lugar están remedos del Cañón del Colorado, remedos de estos sitios de aprendizaje e intelectualidad, que los jóvenes pedroneses se pavonean llamando “antros”. Pero a pesar de los pesares, a pesar de estas penurias, los cuevanenses intentan rescatar la gloria de su pasado, aunque éste sea muy remoto; de los Siete Sabios sólo hay cenizas, los Malagón, los Montaña, los Mendieta, los Espinosa, de ahora, se organizan en Academias de Arte para recuperar su título de Atenas de por aquí.
Los Bermejo de ahora, son diputados.
Los Revirado actuales tienen reinitas de Feria de la Presa de Los Atribulados y de sus Clubes. Y también aparecen muchos jóvenes de porvenir vendiendo Nikkonakas y algunos “intelectuales” que están bajo el cobijo del partido mayoritario de los de Pedrones.
Pero lo que también ahora reconforta a los de la Cañada es que tienen un Gordo Villalpando y que este Gordo ha jalado a su gabinete a los académicos de la Universidad de Cuévano; y que este Gordo Villalpando, siendo del Partido Conservador, se diferencía de sus antecesores porque ellos llenaron a sus gobiernos de la sabiduría de las universidades privadas.
Y, por si fuera poco, tienen un cuevanense adoptado, como director del Máximo Festival que mantiene la Gloria de esta Atenas.
Además de que por las calles de Cuévano hay muchas Glorias y Saritas que nos abren la puerta, que tienen rizadores en la cabeza, que se sobresaltan, que ríen y se echan a correr al interior de la casa y nos tutean.
La existencia de estos seres devuelven el espíritu y el alma a esta ciudad y nos hacen regresar a Cuévano, en donde hasta los perros nos conocen.
Para críticas o comentarios, puede escribir a franciscoaldebaran@outlook.com
Francisco Arellano, chichimeca, egresado de la licenciatura en Filosofía, de la Universidad de Guanajuato, promotor cultural, andante de la Sierra Gorda.