Ben Segram
La noticia de que cinco jugadores franceses están afectados por el “virus del camello”, una especie de gripe, lo que pondría en duda la participación de algún titular, ha traído a la memoria ciertos detalles anecdóticos de otros mundiales, en los que se sospechó “mano negra” o de plano la hubo: las botellas de agua con somnífero que Bilardo dio a algunos brasileños en Italia ‘90, en el partido de cuartos de final que Argentina ganó al scratch, y las convulsiones que sufrió Ronaldo, previamente al duelo final contra los galos en Francia ‘98. Pareciera que, adecuando el conocido dicho: “en la guerra y el futbol todo se vale”.
¿Messi o Mbappé?
La final de Qatar 2022 definirá no solamente un nuevo tricampeón, sino posiblemente al jugador que la posteridad recuerde como al gran artífice del título. No siempre es así. Por ejemplo, pocos se acuerdan del nombre de Mario Götze, autor del gol con que se coronó Alemania en 2014, pero en cambio todos saben que otro Mario, Kempes, fue el héroe del 78 argentino, o que Obdulio Varela fue el alma de Uruguay en 1950. En esta ocasión, tanto Messi como Kylian Mbappé tienen la posibilidad de consagrarse. Cierto que Lionel forjó ya una leyenda dorada, pero se verá un poco deslucida si su equipo no se impone el domingo. Al galo, en cambio, dada su juventud, le quedarán aún varios años para ir por más lauros.
Descubren el hilo negro
Varios técnicos de alto nivel, entre ellos Fabio Capello y el mismísimo Pep Guardiola, han cuestionado la tesis de que, a mayor posesión, más posibilidades de triunfo, algo en que les dan la razón los números, pues casi todos equipos que han tenido el balón en un alto porcentaje de tiempo se han quedado en el camino, mientras los que han preferido esperar para lanzarse adelante al menor pelotazo han avanzado. Los estrategas consideran que el futbol actual se gana con habilidad y velocidad por las bandas, algo tan novedoso que ya lo hacía Uruguay desde 1924, y mucho antes, los mismos inventores del juego: los ingleses.
Se hace bolas la FIFA
Gianni Infantino, creador de la peregrina idea del Mundial con 48 equipos, no encuentra la forma de desenredar el nudo gordiano del sistema de competencia para 2026. Como ya es un hecho que habrá dieciseisavos de final, nomás no terminan de convencer los esquemas propuestos para la fase de grupos: 16 con tres equipos, calificando los dos primeros; 12 con cuatro escuadras, en los que avanzarían primero y segundo de cada bloque y los ocho mejores terceros lugares, o algún otro que, además, permita jugar el torneo en poco más de un mes. Algunos aficionados opinan que la FIFA sufre porque quiere y plantean hacer ocho grupos de seis conjuntos cada uno. Lo crítico: sumarían 112 juegos en total. De locos.
miércoles, octubre 9, 2024
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