Benjamín Segoviano / Silao, Gto.
Hablar del Cerro del Cubilete es hablar del monumento que lo corona: Cristo Rey. Se podrá pensar que un sitio tan conocido no guarda ninguna sorpresa para los guanajuatenses, acostumbrados a ver la silueta de la montaña en el horizonte cercano. Y, sin embargo, un análisis más cuidadoso revela detalles muy interesantes.
No a todos los que visitan el monumento les atrae detenerse en el museo que se encuentra en su base, el cual muestra pocos objetos, pero de gran interés. Así se entera uno, por ejemplo, de que la actual estatua dedicada a Cristo Rey es en realidad la número cinco, pues antes hubo otros cuatro proyectos. Y resulta sorprendente encontrarse con un león disecado, símbolo de la diócesis.
La idea de un erigir un monumento al Cristo en la cima del Cerro del Cubilete fue de Emeterio Valverde y Téllez, obispo de León durante casi 40 años. El sitio fue elegido porque, aun sin ser el más alto de la región, desde su cima se domina gran parte del Bajío. De ese modo, en 1920 inició y concluyó la obra, de mucho menor tamaño que la actual y hecha de cantera rosa.
El resultado no ha de haber gustado tanto a los jerarcas católicos, porque casi de inmediato, en 1923, decidieron que debería hacerse una estatua aún más grandiosa. El primer monumento se trasladó entonces a las faldas del cerro, al sitio donde hoy se encuentra la Ermita, para iniciar los trabajos del segundo.
Pero eran tiempos difíciles. El gobierno y la Iglesia estaban enfrascados en la llamada Guerra Cristera y no pudo avanzarse en esa tarea. Peor aún: la primera imagen fue dinamitada, y de la misma sólo quedaron la cabeza, el Sagrado Corazón y otras piezas que hoy se pueden admirar en el museo. Ante ello, se construyó un tercer monumento, pero en secreto y ya no en el cerro, sino en el interior de la Catedral Basílica de León, para evitar represalias.
Sin embargo, en 1929 se firmó la paz, y se retomaron los planes para el Cubilete, lentamente, pues no se podía obtener el permiso para construir otra estatua. Al fin, conseguida la autorización, en 1942 se inauguró la cuarta, también de cantera y conocida como el “Monumento de las Nubes”, por las volutas y filigranas que lo adornan.
No bastó tampoco. Era demasiado pequeña para la magnitud de la montaña, así que esa pieza fue donada al municipio de San Luis de la Paz, donde actualmente puede ser admirada, y se presentó un quinto proyecto, que estuvo a cargo de los arquitectos mexicanos Nicolás Mariscal y Piña (autor) y José Carlos Ituarte González (constructor). La obra inició en 1944. En 1948 murió su gran impulsor, el obispo Valverde, por lo que no pudo estar en su inauguración, en 1950.
Desde entonces, se convirtió en uno de los sitios de devoción preferidos para miles de católicos del país y en un centro turístico. Mide 20 metros, es de estilo “art déco” y es la estatua de Cristo hecha en bronce más grande del mundo, pues otras, como la famosa del Cristo Redentor en Río de Janeiro (Brasil), aunque 10.1 metros más grande, están hechas de hormigón armado.
La estatua tiene como base a un templo en forma de orbe, que representa al universo, y en cuyo interior, bajo el techo, cuelgan dos coronas: la dorada de la gloria y la broncínea del martirio, es decir, la corona de espinas, una obra impresionante que circunda el espacio interior.
Además, en las paredes del recinto se pueden apreciar hermosos mosaicos con símbolos cristianos de origen bizantino: un “ichtus” (pez), un cordero y un pelícano y un cordero, entre otros. El altar posee, a su vez, cuatro esculturas labradas en sus esquinas: un león, un ángel, un león y un águila, que representan la lucha del bien contra el mal.
Y además, dentro de una de las columnas que dan soporte a la estructura, se encuentra una escalinata que conduce al interior mismo de la escultura, donde a la altura de pecho, aprovechando el espacio de los brazos, se adecuó una pequeña capilla en la que caben, aproximadamente, una decena de personas y donde al menos una vez hubo misa.
Nota aparte merecen los paisajes extraordinarios que pueden admirarse desde la terraza exterior y el camino de acceso. Así que vale la pena darse otra vuelta por este lugar.